Hace algunos días ocurrió en Buenos Aires, Argentina, el crimen estremecedor, por su nivel de crueldad, de dos jóvenes de 20 y una de 15 años. Lara, Brenda y Morena.
Desde el minuto uno, en todos los titulares figuraron las palabras “feminicidio” o “femicidio”, cuando está bastante claro a día de hoy que el móvil del crimen fue un ajuste de cuentas narco.
Me genera una sensación de indefensión que todo asesinato a una mujer sea caratulado como feminicidio, de buenas a primeras, sin confirmación, sin previa investigación y de un modo tan irresponsable.
Creo firmemente en que los seres humanos vivimos en el lenguaje y esa generalización nos lleva a vivir en un mundo en el cual se torna cada vez más difícil identificar a un feminicida.
Como mujer quiero que una lacra humana que mata por razones de género no se desdibuje en generalizaciones, sino que lleve su título y condena con luces de neón.
Lara, de tan solo 15 años, sí 15, no fue víctima de un feminicidio. O, a día de hoy eso no ha sido probado. Lo que sí se sabe es que fue víctima de un asesinato a manos de narcos, pero antes fue víctima de una situación familiar y de una trama sociocultural que la expuso, una y otra vez, a situaciones de riesgo y vulnerabilidad.
Repudio este asesinato cruel y macabro, pero antes repudio a cada uno de los tipos que pagaron para tener sexo con una nena y, antes, repudio la desprotección en que se encontraba.
Asesinato. Narcotráfico. Feminicidio. Desprotección familiar y social. Todo es condenable. Pero si no ordenamos el lenguaje y llamamos a todo por igual, las víctimas vuelven a ser víctimas, aun después de su muerte.
Considero que no se es más feminista por llamar a todo asesinato a una mujer feminicidio, sino por contribuir a mejorar las situaciones múltiples de riesgo y vulnerabilidad en que se encuentran tantas mujeres a nivel mundial.
Lara, Brenda y Morena padecían tal vulnerabilidad. Y es eso lo que hay que combatir: los riesgos que nos exponen a morir. Entre ellos, el narcotráfico, la pobreza, la explotación sexual, la marginalidad y el género. Todos. No solo uno.
Si metemos todo en la misma bolsa, es imposible trabajar las causas reales con precisión. Y, por supuesto, será imposible proteger y evitar.
Ordenemos el lenguaje para agudizar el ojo, identificar las causas, combatirlas y salvar la vida.