En mi casa decimos mucho me cago en la puta, coño y joder, y no pasa nada. Nos emputecemos todos juntos ante la impotencia que sentimos por los reveses que nos trae la vida. Esas pequeñas putaditas constantes y cotidianas que se empeña en hacernos para tenernos entretenidos. ¡No vaya a ser que estemos mucho rato tranquilitos sin sobresaltos y nos aburramos!
Así es, el vivir conlleva que pasen cosas constantemente ¿Y si no fuera así? ¿De qué nos íbamos a quejar con nuestro círculo de confianza?
Y que bien sienta tomarte una cerveza o una copita un viernes por la tarde después de toda una semana trabajando en muchas ocasiones larga e interminable, mientras te desahogas con tu querida fulanita o menganita amiga querida del alma que te entiende.
Tu amiga te escucha, empatiza contigo, se emborracha contigo… en tanto tú, te apasionas en plan barroca perdida, haciendo gala del deleite más sublime que sientes poniendo a caer de un quinto al que te haya hecho la última putada en forma de compañera trepa; vecina chismosa o pareja tóxica con actitudes y comentarios que dejan mucho que desear y que te hacen replantearte que coño haces inmersa en esa relación de mierda todavía, años después.
Sigues añadiendo a esta lista de mierdecitas varias el grano que te ha salido y que no parece un grano normal, que te tiene preocupada y que no puedes evitar pensar en tumores o enfermedades inventadas que estás segura de que tienes, tras haber estado buceando toda la santa tarde con el corazón en un puño en “San Google”. Ese dolor sordo que no habías sentido antes, que te atenaza y que a ver si va a ser algo malo.
Y así vas añadiendo preocupaciones constantes a tu día a día, que no son otra cosa que un producto fruto de la angustia y la ansiedad que sientes porque a toda esta vorágine de acontecimientos cotidianos tenemos que añadir que ya tienes treinta y tantos años largos y las cosas en tu vida no están yendo con la fluidez que querrías o que soñabas.
No tienes aún un piso en propiedad y estás modo May Sarton con una desazón y un “Anhelo de raíces” tremendo de construir un hogar en el que anidar como las golondrinas y poder tener por fin la oportunidad de habitar tu “habitación propia”, tu refugio.
Te cansas de oír que todo llegará, que paciencia, que si puedes soñarlo, puedes hacerlo, que si patatín, que si patatán, pero la triste realidad es que la compra de una vivienda cada día está más complicada y que a pesar de matarte a trabajar, ahorrar todo lo que puedes, prescindir de los viajes que podrías hacer y no haces por no gastar, tu anhelo de enraizarte en tu soñado hogar te consume y no puedes evitar ese me cago en la puta y ese coño, y ese joder, ante la impotencia que te produce la problemática que está siendo en nuestra sociedad actual la compra de una vivienda.
La paciencia no va contigo, eres negativa y tiendes a la desesperación y sí, tú romantizas, claro que romantizas porque el hecho de romantizar la vida está muy bien, pero en tu caso te dura poco, y no pasa nada porque te terminas dando un baño de realidad que te hace cagarte en la puta porque eres consciente de que lo que te está tocando vivir es esto y a día de hoy la vivienda en propiedad está complicada de narices para el colectivo treintañero sitiándoles al pago de un alquiler que se lleva el 75% de su sueldo y así las cosas romantizar no es fácil.
Y tú sigues soñando en que algún día… confiemos en que así sea. La esperanza es lo último que se pierde, dicen por ahí, ¡Joder que complicado es todo!