La fotografía en blanco y negro de un hombre encima de una ballena. Detrás de ellos, un único barco en medio del inmensurable océano. En la vela de la embarcación se alcanza a leer un nombre, Greenpeace. Es el 26 de junio de 1975. El hombre de la fotografía es Paul Watson, activista y fundador de Sea Sheperd, midiendo una cría de ballena de apenas 5 metros que se desangra tras ser asesinada por el hampón de un ballenero soviético en las costas de California. El cuerpo del ballenato está aún caliente y su mirada, sin vida, se dirige fijamente hacia el cielo.
“Alrededor de 4.5 millones de ballenas fueron asesinadas a lo largo del siglo pasado”
¿Cómo cambiar el mundo? Es la pregunta del documental del mismo nombre sobre los inicios del movimiento ambientalista. Existen muchas páginas oscuras en la historia del ser humano, entre ellas la explotación, tortura y asesinato de animales por los que no tenemos ninguna consideración. Durante el siglo XX, la caza industrial de ballenas era un negocio sangriento e implacable. Es imposible saber a ciencia cierta el nivel real de la devastación; algunas estimaciones señalan que alrededor de 4.5 millones de ballenas fueron asesinadas a lo largo del siglo pasado. Especies como los cachalotes disminuyeron a un tercio de su población, mientras otras como las ballenas azules se contaban en apenas mil individuos para la década de los 60 ‘s.
Las ballenas son seres sintientes, inteligentes y socialmente complejos. Sabemos que son capaces de enseñar y aprender, planificar y trabajar en equipos. Son criaturas majestuosas que paren y amamantan a sus crías. Las ballenas, al igual que los humanos, cantan, lloran y guardan duelo. En 1986, la Comisión Ballenera Internacional prohibió la cacería comercial de ballenas.
“Casi 40 años después, seguimos siendo testigos de la crueldad del ser humano”
Desde hace varios días 260 barcos pesqueros, en su mayoría chinos, bordean los límites de las Islas Galápagos, la segunda reserva marina más grande del mundo. La flota pesquera china es prácticamente una ciudad flotante en el medio del océano, una máquina de exterminio que va dejando a su paso basura, sangre y muerte.
Las Islas Galápagos son patrimonio natural de toda la humanidad, y para los ecuatorianos, el orgullo más grande es poder llamarlas nuestras.
Reconocidas mundialmente por ser la cuna de la ecología moderna, donde Charles Darwin desarrolló la teoría de la evolución. Hoy en día las Islas Galápagos son refugio para miles de especies, muchas de las cuales no existen en ningún otro lugar del planeta. Además de las especies endémicas, especies migratorias de aves y fauna marina como ballenas, tiburones, tortugas y mantas, visitan el archipiélago y las costas continentales ecuatorianas para aparearse y anidar.
Entre las aguas protegidas que rodean la reserva marina de Galápagos y el mar continental del Ecuador, existe un “corredor de aguas internacionales”, donde mi país no tiene soberanía ni voto. Es justo ahí donde se encuentra la flota pesquera china. Interceptando y masacrando especies inocentes en sus recorridos migratorios. Los animales no entienden de estos límites imaginarios que hemos creado los humanos, y son presas fáciles de esta masacre.
“Los humanos asesinamos más de 100 millones de tiburones”
El botín más cotizado por los chinos son las aletas de tiburón. Un negocio siniestro que mueve millones de dólares en el mundo. En el llamado “aleteo”, los pescadores cercenan las aletas a los tiburones aún vivos, para enseguida lanzar sus cuerpos mutilados al mar donde morirán desangrados y asfixiados, sin poder moverse. ¿Y para qué? para que alguien en Asia pueda comer una extravagante sopa de aleta de tiburón.
Cada año, los humanos asesinamos más de 100 millones de tiburones, muchos en peligro de extinción. Por su parte, los tiburones “asesinos” nos devuelven la ofensa causando la muerte de 4 personas en el mismo período de tiempo.
Cuando Paul Watson de Sea Shepherd vio directo a los ojos de aquella ballena moribunda, un entendimiento sombrío ocupó su mente. Los seres humanos nos hemos vuelto ecológicamente locos. Somos presas de un total egocentrismo que nos permite quitar la vida a otro ser tan despiadadamente, tan irreflexivamente ¿y para qué?
Los ecuatorianos, testigos impotentes de la masacre de nuestras islas, lanzamos al mundo el grito de S.O.S Galápagos. Alguien debe hacer algo. Alguien debe detener esto. Lanzamos también una petición a Sea Shepherd, para que vengan a defender a nuestras especies, porque somos incapaces de hacerlo nosotros mismos. Porque últimamente parece que nuestro mayor enemigo es el propio gobierno.
Porque sentados en nuestras casas, a 972 KM de nuestras islas encantadas no sabemos qué más hacer.
La impotencia es inmensa, y seguro no faltarán voluntarios que quieran embarcarse para hundir esa flota china. sin embargo, la indignación de los ecuatorianos fue igual increíble (más de 100k firmas en pocos días), en contraste a un par de años atrás donde apenas se manifestaban. Ahora como nunca se vuelve importante hablar del cambio climático o mejor dicho; crisis climática. No solo con tweets, sino también con votos. Volveremos a decidir en las urnas y los jóvenes al menos, sobre pondrán el valor del agua por sobre oro.