A veces, sin darnos cuenta, la rutina se instala entre nosotros. Los días se llenan de listas, responsabilidades, y ese “nosotros” que antes era pura chispa empieza a quedarse en pausa. La monotonía va desgastando poco a poco la relación, y el deseo, ese fuego que antes parecía inagotable, comienza a enfriarse. Falta la sorpresa, la novedad, el juego.
Recuperar las ganas no es imposible, pero sí requiere algo más que buena voluntad: requiere conexión. Hablar, reír juntos, volver a mirarse sin prisa, conectar de nuevo. Buscar nuevos modos de disfrutar, dentro y fuera de la cama. A veces cuesta romper ese muro invisible que se ha ido levantando entre los dos… pero cada pequeño gesto cuenta.
Quizás solo se trate de volver a lo simple: salir a tomar un aperitivo, ver una peli abrazados, escaparse un fin de semana o rescatar aquellas costumbres que antes les hacían sentir tan bien. O tal vez sea momento de explorar nuevas formas de intimidad, jugar, descubrirse otra vez.
Lo importante es encontrar tiempo y espacio para hablarlo, sin juicios, sin culpas, con el deseo de avivar el fuego que aún está ahí, esperando.
Y tal vez te preguntes: ¿Qué tan importante es el sexo en una pareja?
No hay una única respuesta. Depende de cada historia, de cada etapa, de lo que ambos necesitéis. No es lo mismo una pareja que recién empieza que una que atraviesa el “nido vacío”. O una que ha pasado por una pérdida, una enfermedad, o simplemente una temporada difícil.
Lo esencial es que cada uno pueda decir qué lugar ocupa hoy el sexo en su vida y qué necesita del otro.
Y no, tranquila, una baja en el deseo no siempre significa que la relación no funciona. Somos seres humanos complejos: el deseo puede verse afectado por el estrés, el cansancio, los medicamentos, la menopausia, una depresión postparto o incluso heridas del pasado. Hay parejas que no tienen relaciones con tanta frecuencia y, sin embargo, se aman profundamente y se expresan el afecto de mil maneras.
Porque el deseo no siempre obedece a la fuerza de voluntad o la disciplina. No hay fórmulas mágicas. Lo importante es mirar la situación con cariño, sin reproches, y entender qué está ocurriendo. Y si con el diálogo no basta, buscar ayuda profesional puede ser el paso más valiente para reconectar.
Ten en cuenta, mantener viva la llama no se trata solo de sexo, sino de presencia, complicidad y amor.