Sientes que lo sientes,
pero no te importa nada;
no lo dices con la boca,
pero sobran las palabras.
Hay miradas y miradas,
y la tuya grita alto;
en lugar de dar rodeos,
sé valiente y da la cara.
Encerrado en tu egoísmo,
en tu “mí” mimetizado,
crece y deja de ser crío,
solo falta que hables raro.
Cuatro zancas en la boca,
y has querido hundir mi cuello.
Y es que, para ser un hombre,
no basta con parecerlo.
Yo me llevo la tristeza
de sentirme traicionada,
pero a ver cómo mañana
tú… te sostienes la mirada.