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Manipulación disfrazada de amistad

Siempre he querido que las amigas fueran ese lugar seguro donde una puede ser sin miedo.

Donde no hace falta fingir fortaleza, donde el amor no se pone a prueba con condiciones.

Porque siempre he creído que el vínculo entre amigos es el amor más genuino. Ese que no nace de alianzas, ni de necesidad, ni de deseo. Solo de la elección de querer estar.

Tal vez por eso, cuando se quiebra, no se rompe solo un lazo: se desmorona una parte de nosotros.

Sin embargo, hay algo que rara vez se dice en voz alta: el maltrato psicológico también habita entre amigos.

Solo que no siempre grita. A veces va de puntillas.

Se disfraza de consejo, de “yo solo quiero ayudarte”, de “si fueras mi amiga, harías esto por mí”.

Son mandatos que anulan, chantajes emocionales, manipulaciones disfrazadas de cariño.

He sentido esa presión silenciosa: tener que ceder cuando no me apetecía, callar para no incomodar, sostener relaciones que se alimentaban de culpa.

Quizás he pecado de dar más de lo que tenía, solo para no perder a alguien que eligió su comodidad por encima de mi dolor.

Confundieron lealtad con obediencia, cariño con control, intimidad con invasión.

Pero también he sido testigo de lo otro.

De esos lazos tan auténticos que vencen incluso al amor.

De la generosidad sin condiciones.

De quienes no piden, pero están. Que no juzgan, pero contienen. Que no intentan moldearme, sino que me aceptan incluso en mi caos.

Doy la mano a quienes me salvan la vida con una carcajada, una palabra oportuna, o un silencio que acompaña.

Personas que no envidian mis logros, porque entienden que la alegría también se comparte.

Amigos que cuidan lo que les confías.Ellos me recuerdan que, cuando un vínculo es sano, no aprieta: abraza.

Y aunque todavía me duelan los lazos que se rompieron, agradezco infinitamente a todos ellos.

A los que me cuidaron, a los que me hirieron, y a los que se quedaron.

Todos han sido parte de mí.

Y quizás —sin saberlo—, mi ausencia también les enseñó algo.

Porque al final, eso también forma parte de la vida:

saber soltar con amor,

y agradecer incluso lo que dolió.

Macarena Arnás

Escritora y psicografóloga. Inquieta e inconformista por naturaleza.

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