Algunos lugares sacan lo mejor de nosotros, por eso queremos volver una y otra vez. Pero ¿es realmente el lugar o es una elección nuestra?
Estuve en Shanghái por primera vez hace apenas 8 semanas. Era mi primera visita a un lugar donde desconocía el idioma, la mayor parte de su cultura y hasta el top 5 de temas de Spotify. Es posible que haya sido mi primera gran aventura.
Durante los días que pasé allí me encontré cómoda y muy bien recibida. La amabilidad de los locales, combinada con la rica comida y las vistas inolvidables me hicieron sentir casi como en casa.
Por eso decidí volver. Y, en el largo viaje desde Bilbao, tuve mucho tiempo para reflexionar: ¿por qué tuve la necesidad de regresar a un lugar, cuando hay tantos sitios nuevos que me esperan?
Me di cuenta de que la Diana que conocí en Shanghái hablaba mucho menos -mis intentos de aprender las 10 frases más útiles en chino fueron inútiles- y se conectaba más. Devolvía las sonrisas a los extraños en calles, restaurantes, parques y vagones de metro. Prestaba más atención al canto de los pájaros en la mañana y al reflejo de las luces en el río Huangpu de noche.
Esa Diana, bajo el “Efecto Shanghái” entendió que las palabras, su herramienta más preciada, tenían poco valor en un lugar donde otros no las entienden. Pero la amabilidad y la solidaridad aumentan exponencialmente su valor cuando hacemos un esfuerzo por conectar y comprender. Claro, las herramientas de traducción también ayudan.
Recién ahora puedo confirmar que la comunicación no verbal es tan poderosa como he explicado en mis charlas y mentorías. No es que antes no la usara, es que ahora es mi única vía de contacto con los demás. No es que no sepa cómo aplicarla, es que aquí, en Shanghái, es mi garantía de supervivencia y, ¡hasta creo que estoy prosperando!
No me malinterpreten: Shanghái es una ciudad preciosa, luminosa, mágica y magnética. Pero mi regreso tiene más que ver con reencontrar a esa Diana que se conecta desde una autenticidad casi muda, que siente y confía en su intuición.
Así que la estoy conociendo y disfrutando, mientras camino por Jiangning Lu, buscando otro lugar rico para comer. La veo sonreírle a sus vecinos y hacerle caras a los gatitos que deambulan por Changshou Park.
Quizás esta vez sí logre convencerla de irse conmigo a Bilbao… Sin perder el “Efecto Shanghai”.