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“Ser mujer de 50 en 2025”

Hola, soy Virginia Cosme. Tengo 50 años, un hijo de 5 y unos sofocos que me hacen abrir la ventana en enero como si viviera en el Caribe. Llevo tres años conviviendo con la perimenopausia, esa fiesta hormonal a la que nadie te invita pero de la que no puedes irte. Insomnio, irritabilidad, 10 kilos extras que vinieron como quien no quiere la cosa… y ahí siguen. y una fatiga que no se va ni con cinco cafés y un retiro en el tibet.

Y todo esto mientras ejerzo de madre, trabajadora, esposa que intenta no olvidar en qué día vive.

Cuando llego a casa, lo único que quiero es desplomarme en el sofá como una diosa griega, pero en chándal, y hacer scroll infinito en Instagram. A veces me pierdo viendo casas maravillosas en AD o me emociono con la adopción del perrito número 232 de las protectoras a las que dono. Todo bien hasta ahí. Pero entonces… ¡zas! Aparecen decenas de vídeos seguidos recordándome que debería estar haciendo ejercicios de fuerza para sobrevivir a la menopausia, diciéndome qué frases NO decirle a mi hijo para que crezca con un apego seguro, o cómo rejuvenecer diez años con neuromoduladores, ese viejo conocido que ha vuelto rebrandeado, como si fuera el nuevo chico guapo del insti.

Y yo solo quería desconectar.

En lugar de eso, acabo conectando con la culpa. Con esa vocecita que empieza a hacer una lista mental de todo lo que no estoy haciendo bien: que si más colágeno, que si menos pantalla, que si el cole Montessori, que si más conciencia, que si menos desayunar café y croissant …

¿Te suena?

¿O soy la única que siente que ser mujer en la era digital significaba exigirse el triple?”

De pronto me levanto (bueno, mentalmente, porque físicamente sigo en el sofá) con ganas de dar un golpe en la mesa —aunque sea metafórico— y preguntarme: ¿quién me ha colgado esta mochila llena de exigencias y suplementos? ¿Cuándo se decidió que, además de encargarnos de los niños, el trabajo, la casa y la relación de pareja, también tenemos que tener glúteos firmes, un cutis de jovencita pasados los 40 y una regulación emocional de monje tibetano?

Ah, sí. Los algoritmos. Esos que saben que tengo 50, que no duermo bien, que busco “cómo gestionar las rabietas de tu hijo” a las dos de la mañana y me engancho a cualquier promesa de juventud exprés. Y claro, me inundan con publicidad perfectamente dirigida para convertirme en una mejor versión de mí misma. Una versión que, francamente, está agotada. 

Por eso creo que tenemos que protegernos. Literalmente. Aplicarnos el filtro digital como lo haríamos con el solar.

Mi plan de rescate (sin presión):  aprender a detectar “consejos” que en realidad son publicidad disfrazada de buenas intenciones, apagar el móvil antes de que el algoritmo te diagnostique otra cosa y abrir un libro que no te diga cómo vivir, sino que te acompañe mientras lo haces. Y, por supuesto, seguir cuentas que no pretendan arreglarte, sino abrazarte: con celulitis, contradicciones y ganas de comerte un postre o dos sin culpa.

De verdad, chicas, no necesitamos otro suplemento ni otro reto de 21 días para volver a amarnos. Lo que necesitamos es un mundo que deje de tratarnos como un proyecto en construcción porque no nos falta nada, al revés nos sobra.

Y si ese mundo no existe, lo empezamos nosotras. Con humor, con amor… y también con ojeras.

Virginia Cosme

La mujer que dejó descansar a Cupido

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