Sin Duda el título puede herir la sensibilidad, o mejor dicho despertar susceptibilidades. En todo caso me atrevo a escribir este artículo sobre un tema al que nunca dejo de darle vueltas.
Vivimos momentos convulsos, viscerales, en los cuales parece difícil encontrar puntos de encuentro. Y cuando hablamos de feminismo, esto se hace especialmente patente. Como todo, y a través de los tiempos, evoluciona, se actualiza, y se adapta a las diferentes necesidades de cada generación, aunque hay cosas que para bien o para mal nunca cambian. Se llama naturaleza humana, y nos guste o no hay tendencias que nunca parecen evolucionar.
Vivimos momentos convulsos, viscerales, en los cuales parece difícil encontrar puntos de encuentro. Y cuando hablamos de feminismo, esto se hace especialmente patente. Como todo, y a través de los tiempos, evoluciona, se actualiza, y se adapta a las diferentes necesidades de cada generación, aunque hay cosas que para bien o para mal nunca cambian. Se llama naturaleza humana, y nos guste o no hay tendencias que nunca parecen evolucionar.
Más de doscientos años desde que las mujeres y este movimiento comenzara a manifestarse socialmente, en la calle y en los espacios sociales, reclamando los derechos de una parte de la sociedad -la mitad ni más ni menos- hasta ese momento -¿o hasta ahora?- intencionada e injustamente fue reprimida e infravalorada; la mujer.
-La Mujer- / -Las Mujeres
Veneradas y temidas, es el título de una exposición que ha recorrido el territorio español, esta versa sobre el poder femenino, representado a través de divinidades femeninas y la simbología del poder femenino en algunas culturas ancestrales ligadas al mito, la leyenda, la religión y la historia. Esculturas, objetos sagrados y obras de arte de varios continentes desde el mundo antiguo hasta la actualidad. Que mejor título para expresar lo que quizás a lo largo de milenios ha sido una realidad contradictoria que ha hecho mucho daño, y me atrevo a decir que no en exclusividad a nosotras, aunque hayamos sido las peor paradas. ¿Y por qué digo esto? Sin dudarlo, porque cuando se reprime el potencial de gran parte de la humanidad, esta sufre y la sociedad involuciona.
Sin duda, no somos perfectas, y como todo ser humano, podemos caer y dejarnos dominar por aquellas emociones erráticas que tanto nos traicionan, y no tan diferentes del resto de seres humanos. Pero si hemos demostrado ser la sal de la Tierra, la esencia, y como esta, a pesar del maltrato, de los golpes y la humillación, poseemos resistencia, y no poca capacidad de resiliencia, reinventándonos una y otra vez a pesar de las dificultades , pruebas, y crisis que puedan aparecer a lo largo de generaciones y generaciones. Como la Tierra, nutrimos con amor, alimento, y belleza a cuantos nos rodean, a nuestro entorno, dentro de nuestras posibilidades.
Muchas veces reflexiono sobre todas aquellas mujeres que me han precedido a lo largo de la historia, y en cuales eran sus opiniones, opciones u oportunidades de poder elegir libremente su des no y tener la libertad de expresar su personalidad. Desde reinas hasta plebeyas, desde cultas hasta ignorantes, o mujeres hechas a sí mismas, corriendo el riesgo de ser marginadas, ignoradas, e incluso castigadas por erigirse como seres libres y pensantes.
Enseguida comprenderéis de qué hablo. Siempre me ha gustado leer sobre biografías de mujeres de interés más o menos conocidas, enterradas, y olvidadas en muchos casos. Recuerdo la primera; Coco Chanel, la leí con tan solo 13 años. Historias, personas desconocidas detrás del personaje famoso. Gabrielle, que así era su nombre original, hija de una campesina y un vendedor ambulante, terminó siendo ingresada en un orfanato dónde creció y sufrió las condiciones de ese tiempo.
Durante mi infancia solo ansié ser amada. Todos los días pensaba en como quitarme la vida, aunque en el fondo, ya estaba muerta. Solo el orgullo me salvó.
Coco Chanel
Desde hace un tiempo, me dio por revisar historias de Reinas, y es muy triste comprobar, como eran puros instrumentos de una sociedad en la que lo único que se esperaba de ellas, era que fueran obedientes, no interfirieran en política, y tuvieran tantos hijos que garantizaran la sucesión. Eran demasiados las niñas que en aquellas épocas no tan remotas morían en los primeros años de su existencia, sometidas a matrimonios y embarazos tempranos. Mujeres que además de tener que aceptar un matrimonio de conveniencia para la familia, también tenían que sufrir el rechazo, repudio, o humillación de sus esposos en muchas ocasiones. Niñas que, en su primera regla, independientemente de su edad, ya casadas, tenían que someterse al sexo obligado, y público de quienes tenían que certificar la consumación del acto. Mujeres, que muchas veces, perecían en alguno de sus numerosos partos.
También están aquellas, que eran obligadas a servir a Dios, o quizás otras, sobre todo entre la burguesía lo elegían, como una forma de escapar del destino anteriormente descrito buscando la seguridad que la soledad
compartida con otras mujeres las salvaba de ser esclavas de sus familias y sus esposos. Otras más humildes, quizás huyendo del hambre y la miseria, aunque es posible también como medio de acceder al conocimiento
del que de otro modo jamás hubieran podido acceder y la paz que las exigencias de su condición de féminas no les permitía la sociedad.
Por otro lado, estaban las mal llamadas brujas, marginadas de forma impositiva por el miedo y la incomprensión de sus vecinos, y quizás, a veces, voluntariamente en la intención de ser libres del yugo al que la cultura del momento las condenaba. Mujeres que amaban la tierra, o se ocultaban en ella, buscando la conexión y todo
el conocimiento que aporta. Mujeres inteligentes con el deseo o la necesidad de acceder a los conocimientos ocultos que, de la naturaleza y el cielo, el universo, intuían. Estas, en muchas ocasiones eran las que cuidaban de la salud del pueblo por sus conocimientos como parteras y en todo lo que la tierra proveía. Las que aprendieron a controlar la natalidad cuando tener un hijo era condenarlos a morir y/o a ser marginadas si su situación no era la adecuada. Las psicólogas y consejeras. Las rebeldes que por encima de todo procuraban su
libertad y su supervivencia, así como la de otras mujeres, al no estar sujetas a los dogmas y normas que su entorno imponía.
Y, por último, las putas de diferentes clases, pobres o cortesanas, quizás algunas voluntarias, pero la mayoría obligadas por las circunstancias. Otro medio de supervivencia individual o conjunta, dónde las mujeres creían escapar del hambre, de la marginación, de vidas de miseria, de los abusos sexuales en la infancia, no pocas veces de su entorno más inmediato, de familiares que debían protegerlas y amarlas, y no abusar de ellas. Algo que hoy en día, sigue siendo una realidad cotidiana, en el que la trata de blancas y la esclavitud sexual las somete bajo amenazas, a ellas y a sus familias. Muchas de ellas, teniendo que dejar hijos atrás, en la creencia de que así podrán darles un futuro mejor, pero sin ellas, sin sus madres.
Y lo peor de todo, es que al menos, siglos atrás, podían encontrar algunos espacios de sororidad, en un espacio exclusivo de mujeres, pero en estos tiempos, más que nunca, viven bajo el yugo de los peores de los hombres y la aniquilación añadida de las drogas que las someten, anulando su ser y su espíritu.