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25N: Las víctimas de violencia de género seguimos esperando justicia

Todos los seres humanos hemos vivido procesos traumáticos. Para que una vivencia se convierta en trauma tiene que darse los siguientes aspectos:

  1. El suceso o evento traumático.

2. La incomprensión del entorno familiar o social en el que te encuentras ubicada.

Si esto ocurre aparece el trauma que te acompañará toda la vida, aunque lo hayas
superado. Queda dormitando a la espera de que alguna señal que se presente en la
realidad desate el inconsciente y vuelva a reaparecer. Si estuviésemos formadas en
inteligencia emocional sabríamos cómo gestionar esos pensamientos negativos y volver al estado emocional en el que nos encontramos. Podemos hablar de la técnica de visualización, visualizar las metas que hemos logrado después del proceso traumático, analizando las mejoras que hemos logrado o lo que estamos mejorando para desviar esos pensamientos negativos y volver del pasado al presente. La teoría es fácil pero la práctica es difícil.

Este proceso va a aparecer varias veces en la vida ya que una situación traumática se supera, pero queda en el inconsciente por la eternidad. Lo único bueno es que, cada vez que aparezca, estarás más fuerte y las cicatrices no supurarán tanto.

Tendríamos que formar a las nuevas generaciones en saber gestionar sus emociones, pues es la gestión de lo que acontece en tu interior lo que te hace lograr el éxito social y no lo que la sociedad nos muestra como éxito: el poder, el dinero y el sexo. Es más simple, es el éxito de ser uno mismo, de poder gestionar las emociones que son necesarias para lograr el objetivo que te hayas marcado, siempre partiendo de una meta real y alcanzable.

La vida no consiste en mostrar el Ego sino el Yo.

El Ego es lo que mueve a la sociedad capitalísta en la que vivimos donde no tiene sitio el Yo. Siempre nos comparamos con los demás sin tener en cuenta lo que uno mismo necesita.

Las mujeres víctimas de violencia no tenemos ni Yo ni Ego hasta que conseguimos recomponer, y muchas mujeres se quedan por el camino. Yo puedo testificar que he sufrido un proceso traumático y me siento incomprendida social
y, a veces, personalmente. Parte de la sociedad piensa que tengo beneficios por publicar que soy víctima de violencia de género. Creencia que no es cierta. Podría callarme y dejarlo pasar. Esconder mis emociones y mis pensamientos en el fondo del baúl, pero es mi necesidad de justicia lo que me hace rebelarme y seguir escribiendo palabras para formar frases con significado y que la sociedad tome conciencia de su existencia.

Sigo mi lucha por un mundo justo y mi tranquilidad desaparece. La calma que he
construido interiormente se desmorona y el tornado de la ira se instalada en mi interior volviendo a los recuerdos del pasado. El sufrimiento se instaura en mis venas, y el dolor rompe mi piel y vuelvo a la lucha por la integridad por ser una mujer maltratada en una sociedad que sólo lo pone en conciencia, pero se queda de brazos cruzados. Además, socialmente no tengo ninguna ayuda ni en el ámbito económico ni laboral.

Hace unos días decidí abandonar mi empresa, MásOrange, en un supuesto voluntario ERE, en el que por ser víctima de violencia estaba exenta, pero debido al clima tóxico en el que vivía y al genocidio que iba a ocurrir con doscientas familias que no se habían apuntado voluntariamente e iban a ser conducidas al padenón, la situación pudo más comnigo y decidí acogerme voluntariamente por miedo a los acontenceres futuros. Es más valiosa mi paz mental para poder luchar por mis hijos que la necesidad de un trabajo estable.

Otras mujeres en la misma situación que la mía han decidido dejar la empresa por el
clima intransigente, donde el empleado es sólo un número más que una persona con emociones y sentimientos.

Una empresa en la que dí la cara, ofreciendo mi imagen para que socialmente fuese
reconocida como una empresa que tiene en cuenta a las víctimas de violencia de género.

Ahora que ya no estoy puedo contar todo lo que yo viví. Fueron mis compañeros de
trabajo y no la empresa, los que me apoyaron. Durante tres años no disfrute de una
semana de vacaciones porque no existia la conciliación con la crianza de mis hijos
traumátizados. Tuvé que apoyarme en mi familia, los días de vacaciones, y lo que me ofrecía la empresa, como al resto de los empleados, para conciliar mi vida personal y profesional.

Los días de vacaciones los tuve que distribuir como un encaje de bolillos para poder compaginar la crianza, educación y salvaguardar mi independencia económica, para que mis hijos, una semana sí y otra no, se criasen en libertad.

Libertad que aporta una comunicación abierta, donde muchos de los puntos de vista de cada integrante familiar (en mi caso, yo y mis dos hijos) se tratan en igualdad.

Con todo esto, además tuvé problemas muy graves con mi hijo mayor, que con trece años se adentró en el mundo de las malas compañias. Miles de noches sin dormir, donde no sabía donde estaba. Problemas con algunas sustancias y un sistema educativo que apoyó a mi agresor antes que a mí, conociendo mi situación de víctima de violencia.

Unos servicios sociales que tampoco me ampararon, que demoraron hasta seis meses la ayuda psicologica para tratar el problema conductual de mi hijo. Gracias que pude pagar un especialista privado, y ahora mi hijo es un adolescente que le espera un brillante futuro con ilusiones y metas.

Todo ello en tres años, sin poder desconectar mentalmente ni de mi trabajo ni de mi vida. Sacando fuerzas de donde pense que no existían. Además a nivel social nos consideran una familia biparental. Cuestión que pongo en duda, ya que las mujeres víctimas de violencia o sufrimos ghosting o violencia verbal por parte de nuestros agresores. Además de amenazas o de la utilización de nuestros hijos para hacernos el mayor daño posible.

Muchas veces, hablo con mis compañeras y compartimos situaciones dolorosas, desde que tu hijo vaya con unas zapatillas dañadas porque su padre se niega a comprar otras, ejerciendo control sobre la cuenta mancomunada, hasta el miedo que tienen nuestros hijos por decir lo que piensan al agresor.

La sociedad está permitiendo crear a unos niños y adolescentes traumatizados, ya que jamás se le niega la custodía a un agresor. Hasta pueden casi matarte, que el sistema judicial les van a permitir verlos una vez cada quince días. Una justicia que hace aguas por todos los lados y ampara a los padres agresores antes que a las madres, a las que ellos, han destruido su vida personal y profesional.

Estamos en una etapa en la que se empieza a hablar de corresponsabilidad social en la crianza de los hijos en las familias que voy a ta tipificarlas como “normales”. Es decir, familias donde conviven los dos progenitores o existen una separación sin abusos por ninguna de las partes. Pero las víctimas de violencia somos otra vez olvidadas.

Nuestra vida consite en estar escondidas y no hablar de todo lo que nos acontece. Madres, castigadas por el sistema y la sociedad. Al amparo de nuestra reconstrucción emocional, y de parachoques de las emociones de nuestros hijos que sufren lo insufrible sin mecanismos eficaces para superar sus traumas. Con agresores que siguen ejerciendo la violencia a través de ellos para castigar a la mujer.

Nos encontramos desamparadas, en la punta de un iceberg, donde lo único que le
interesa a la sociedad es que sigamos siendo puntos fuertes de crecimiento económico, siendo mujeres empoderadas y esclavas de una sociedad que no nos ayuda.

Por eso grito al mundo, que no soy una separada más. Soy una mujer luchadora quesigue sufriendo cada día en silencio por la salud mental mía y de mis hijos. Por eso, pido a todas aquellas que han pasado por lo mismo que yo, que lo cuenten.

Tenemos miedo, culpabilidad, pero tenemos que tener valor para que la sociedad tome realmente conciencia, y se creen mecamismos eficaces para que podamos seguir adelante y se castigue realmente al agresor para que esto no vuelva a ocurrir.

La sociedad nos hace sufrir y nosotras nos volvemos expertas sufridoras del sistema. Nos niegan el derecho al apoyo psicológico de nuestra familia, porque no tenemos la custodia completa. Hasta los organismos oficiales que nos amparan no nos brindan ese servicio. La salud mental en la Seguridad Social es inexistente. Muchas de nosotras tenemos hijos con comportamientos conductuales no adecuados, y eso no lo cubre la Seguridad Social.

Vivimos en una cultura médica que si tienes un problema de estres, son los médicos de cabecera quién te recetan los antidepresivos. Vivimos en el mundo al revés, Un sistema sanitario que esta creando zoombies que viven engachados a las pastillas. Dónde están los profesionales de la salud mental?

Hermanas y hermanos, la situación es crítica. Estamos abandonadas por un sistema que sigue premiando al agresor. Somos maleadas, manipuladas, agredidas pero a la sociedad le importa un bledo.

Somos expertas en la paciencia, aguantamos carros y carretas. Pero, ¡basta ya!
La sociedad sigue alimentando la rueda para que no haya salida. Sólo algunas de
nosotras lo gritamos, le ponemos palabras, lo vemos. Somos visionarias de lo que va a acontecer, pero no valen advertencias, porque seguimos solas en este duro camino de volverse a convertir en ser humano.

Estamos alimentando la ruleta para que no se rompa. La sociedad es una maquinaría perfecta a ojos de unos cuántos y cuando no encajas, te aguantas.
En conclusión, somos luchadoras natas, traumatizadas pero valientes porque seguimos gritando y pidiendo justicia y de pie. Superando el día a día.

La justicia es solicitar un cambio social que no consienta que se nos saque del sistema, que se dé cuenta de la existencia de una nueva modalidad de condición social. Mujeres que luchan por sus hijos y por su integridad que sólo piden comprensión y ayuda social.

Pedimos una sociedad justa que acabe con el patriarcado establecido. Que no permita la crianza al agresor, que nos permita decidir sin contar con el maltratador de ayuda psicológica para nuestros hijos, que nos dé facilidades para compatibilizar nuestros trabajos con la crianza para poder superar el trauma que nos ha causado conjuntamente.

Pedimos una sociedad que actúe, pedimos acción, una sociedad humanitaria y justa. Por eso dedico este escrito a todas aquellas mujeres que sufrimos, hemos sufrido, y a aquellas que sufrirán lo mismo porque la sociedad sigue cruzada de brazos.

Yolanda Moreno

Pintora y arqueóloga de las emociones. Mediadora en arteterapia.

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