Últimamente he estado reflexionando sobre el significado de la amistad. Podría escribir un ensayo abordando la amistad desde muchos puntos de vista, aunque tal vez no desde el mío. A veces siento que tengo una idea demasiado simplista e idealista de lo que son los amigos. ¿Cómo puedo pensar que la amistad es incondicional? Los amigos no siempre están presentes, pueden fallar, y surgen preguntas: ¿Son realmente leales? ¿Y yo, soy leal a mí misma? Quizás el primer paso sea ser fiel a quien siempre está conmigo: yo.
Es fácil enojarse con un amigo. No digo que sea normal, pero es una reacción común cuando esperamos que alguien actúe de acuerdo con nuestra idea de lo que un amigo “debería” hacer. Los amigos, decimos, son la familia que elegimos, pero como sucede con la familia, hay momentos en que están y otros en los
que se van. Y no siempre estamos preparados para eso. Creemos que los amigos que nos acompañan después de los 30 serán los definitivos, pero la vida puede sorprendernos. A veces los amigos se alejan por voluntad propia, por la distancia, por una discusión o simplemente porque así es la vida.
No pretendo negar que existan amigos para siempre, pero este no es el caso de hoy. Estoy hablando del concepto de amistad, de lo que ocurre cuando se falla o nos fallan. ¿Qué hacemos con eso? ¿Cómo gestionamos esas expectativas no cumplidas?
El escritor Jorge Luis Borges decía que la amistad no necesita frecuencia; se puede ser amigo sin verse a diario o incluso sin hablar durante largos períodos. Sócrates, por su parte, señalaba que las buenas amistades se demuestran en los momentos difíciles, cuando el simple hecho de estar ahí ya es un acto de apoyo. Para Nietzsche, los verdaderos amigos no son quienes siempre están de acuerdo, sino aquellos que mantienen su independencia y a veces parecen desafiar nuestros propios ideales. Simone de Beauvoir nos invita a reconocer que la vida de los demás es tan real y compleja como la nuestra, y que la amistad auténtica surge cuando comprendemos y aceptamos esa reciprocidad.
Finalmente, Gabriel García Márquez afirmó que un amigo vale más que un Nobel. Tal vez, si algún día llego a ganar uno, por fin lo entenderé.