Se puede prescindir de la poesía:
no tiene utilidad, nadie la paga,
y es como andar hurgando en esa llaga
a medida que pasa cada día.
Se puede prescindir de la poesía,
del frágil pensamiento que divaga
aún del adjetivo que lo halaga
mientras destaca o busca su armonía.
Pero cuando se escribe sin recelo
y se celebra aquello que se ama,
nombrando con la pluma lo invisible…
Cuando la esencia recupera el vuelo,
la propia incertidumbre se descama
y el poema… se vuelve imprescindible.