Hace bastante tiempo que conocí a la persona que hoy es mi pareja, recuerdo que empezamos pasito a pasito, hasta el momento actual nunca había tenido una relación sentimental y reconozco que me daba bastante miedo adentrarme en este área por sentirme algo torpe y perdida, algo que en ocasiones también me había echado para atrás a la hora de plantearme dar el paso de llamar a alguien “pareja” era el pensar que eso suponía no poder tener más relaciones sexuales con otras personas o no poder tener otras relaciones con cierto componente de intimidad, pero hasta el momento en que conocí a mi actual novia nunca me había planteado tener una relación fuera de la no-monogamia, supongo que porque todas las relaciones que había en mi entorno eran monógamas, lo que me hacía sentir y pensar, consciente o inconscientemente, que yo debía seguir el mismo modelo relacional.
Mi novia en este terreno tenía algo más de experiencia por tener varias amistades con relaciones fuera de la monogamia, pero es cierto que experiencias en primera persona no tenía demasiadas, aún así dentro de su conocimiento, más teórico que práctico, me habló de la anarquía relacional como el modelo con el que se sentía más identificada, este modelo consiste (por lo que llevo aprendido en este tiempo) en considerar cada relación distinta al resto no tanto por etiquetas, normas o niveles de jerarquización, sino por las personas de esta relación que hacen que sea distinta a otras relaciones, desde esta perspectiva las etiquetas caen en el vacío al sentirlas como carentes de significado y se deja que cada relación avance todo lo que quiera por ser únicas y diferentes las relaciones entre ellas.
A mí esto en la teoría me parece precioso, pero en la práctica me venía demasiado grande y más sin saber aún dónde me encontraba yo, por lo que decidimos empezar teniendo una relación abierta sin apenas normas por el desconocimiento inicial de cuáles podrían ser estas normas, y como suele ocurrir, la teoría nos bastó para no darle demasiadas vueltas al asunto hasta que pasamos a la práctica y nos dimos de bruces con la realidad de este concepto de relación abierta; conocimos a una persona que te miraba y te dejaba las piernas temblando, a ambas nos gustó, por lo que decidimos “ir fluyendo”, spoiler: cuando decimos eso de fluir acabamos haciendo de todo menos fluir.
Resumiendo, como era de esperar nacieron ciertos sentimientos de algunas partes y, estando todas en un terrenos en el que nunca nos habíamos movido, intentamos hacerlo lo mejor que supimos (o eso me gusta pensar), en menos de un mes habíamos pasado de 0 prácticas en esto de la no-monogamia a una relación abierta llegando incluso a algo parecido a una relación poliamorosa.
Y, ¿cuál fue mi gran error?, que yo en ningún momento dije ¡basta!, y cuando quise hacerlo ya era demasiado tarde como para que las cosas pudieran terminar bien o medianamente bien.
Yo a mi pareja le quería tanto tanto que hasta sin tener ni idea de cómo iban estas cosas le aseguré que podría con todo, yo a mi pareja la quería tanto tanto que le aseguraba entre lágrimas que podría gestionarlo, yo a mi pareja le quería tanto tanto que me hablaba con quien hiciera falta y leía todo lo que pudiera para poder estar bien en esta nueva situación, hasta que, como ya podréis imaginar, explotó todo por los aires y entonces gran parte de mi entorno, que principalmente era monógamo, pasó a juzgar toda esta historia de la manera más superficial y equivocada posible
Lo que nunca nadie me preguntó es por qué no había avisado a mi pareja de que no estaba pudiendo con esta situación o por qué no había sido sincera, hacerme estas preguntas desde fuera requería un mayor nivel de observación y deconstrucción que muchas personas no estaban por la labor de llevar a cabo.
Por tanto, mi pareja, a vista de una gran cantidad de personas, pasó a ser “la más mala del reino”, la persona que conocimos “una zorra que se metió en una relación” y yo “la princesa desvalida a la que hicieron daño.” En ningún momento casi nadie se paró a pensar en todas las videollamadas que hicimos mi pareja y yo durante este tiempo en las que ella me preguntaba constantemente qué podía hacer para que yo estuviera bien y yo le respondía con un “nada, no hace falta que hagas nada que yo sé que podré gestionar esto”, nadie se paró a pensar en que esta persona no se metió en ninguna relación porque fuimos nosotras las que desde el comienzo le dimos la bienvenida, y nadie se paró a pensar en los efectos de indefensión aprendida y victimismo que a mí me generó el ser vista como “víctima” de una situación en la que, aunque nadie lo percibiera, yo podía haber tenido un papel más activo, así como que yo también decidí avanzar, explorar y conocer en primera persona este terreno en el que nos encontrábamos.
Han sido unos meses muy muy complicados personalmente en el que tras gritar por fin ese necesario: ¡basta! tuve que empezar a mirarme de nuevo aquí dentro, pedirme perdón por haberme hecho daño a mi misma, por no haber cuidado de mi y por haber cometido el error de perderme por miedo a perder a otra persona, sentí mucha rabia por haberme olvidado de aprendizajes relacionados con el amor propio que tanto me habían costado alcanzar, pero también fui feliz cuando descubrí que esto no significaba volver al punto de salida, sino que había sido como una recaída del proceso constante de amor propio y crecimiento que voy llevando a cabo día tras día.
¿Qué cómo terminó todo?, pues me encantaría deciros eso de “fueron felices y comieron perdices”, pero todos sabemos que eso nunca ocurre en la vida real, lo que sí ocurrió es que mi pareja y yo nos abrimos de par en par el pecho, descubrimos ahí dentro un amor puro y real que no todas las personas serían capaces de entender, y decidimos tener una larga y profunda conversación estableciendo esas normas y límites que deberían haber estado desde el comienzo, y la verdad, no estamos seguras de si funcionará o no, pero juntas hemos aprendido muchísimo de nosotras mismas y de nuestra manera de relacionarnos con otras personas y, aunque ahora cada una de nosotras está curando diferentes heridas, seguimos de la mano caminando juntas intentando que la opinión de personas que no nos conocen nos resbale.
¿Respecto a mí? Tras la gran explosión reconozco que llegué a pasarlo bastante mal y todo esto me llegó a afectar bastante a nivel emocional, pero a la vez me sirvió para volver a mirar aquí adentro, retomar ese trabajo del amor propio que había descuidado y seguir permitiéndome descubrir y conocerme más en este plano de las relaciones interpersonales.
Y es cierto que me ha resultado complicado encontrar cierto acompañamiento a lo largo de este proceso, pues las opiniones que recibí por gran parte de mis amistades de toda la vida monógamas fueron que cortara mi relación con mi pareja, que cerrara la relación para evitar riesgos, etc.
Sé que es complicado de entender, a veces hasta a mí misma me cuesta, pero preferí correr ciertos riesgos y poder explorar más quien soy y qué tipo de relación quiero antes que intentar adaptarme a un modelo relacional que, aunque pudiera ser más estable, no es el que me haría sentir feliz y cómoda.
Así que desde aquí aprovecho para agradecer el esfuerzo por escuchar sin juzgar que cada vez hacen más algunas de esas amistades de hace años y, sobre todo, los abrazos físicos y virtuales de tres personas muy importantes para mí (Ana 1, Ana 2 y Mica) que me han ido acompañando a lo largo de este camino y con quien ojalá poder seguir contando siempre.
No sé cómo nos irá, en ciertos días esta incertidumbre acompañada de ciertos miedos e inseguridades me hace algo complicado el ejercicio de gestión emocional que llevo a cabo cuando me veo con energía, pero sé que nos queremos bien y muchísimo entre nosotras pese a los daños causados, me mira de esa manera tan especial que tiene de hacerlo y me sube a las estrellas (porque a la luna ya volví a subirme yo sola a ella), así que este pequeño instante tan especial mientras volvemos a casa caminando de nuestro restaurante italiano preferido ya es más que suficiente para seguir queriendo descubrir el mundo agarrada de su mano.
No ha sido fácil el camino hasta aquí, y probablemente vayamos a tener que pasar por más momentos en los que todo se tambalee, pero ¿qué es el amor sino agarrar con más fuerza la mano de quien siente sus piernas tambalearse?
Por último, a todas las personas (principalmente monógamas) que ante cualquier tema relacionado con las relaciones no monógamas empiezan ya diciendo: “yo no podría”, no os hemos pedido si vosotros podríais o no estar en este tipo de relación, tan sólo os estamos pidiendo una escucha activa, sin juicios y cierto acompañamiento; aunque no nos lleguéis a entender del todo, vuestras opiniones y juicios rápidos pueden llegar a hacer mucho daño y más cuando alguien se encuentra en un proceso inicial de descubrimiento de su modelo relacional, tened cuidado.
Y a las dos personas, que ni conocía, que me dijeron hace unas semanas en la cafetería de mi universidad algo así como “menuda cornamenta”: tened cuidado, no vayáis a estar proyectando en mí vuestra propia situación personal, las relaciones no monógamas no son “cuernos consentidos” básicamente porque todas las partes de la relación conocen las normas y límites de su relación, ¿podríais vosotros decir lo mismo en referencia a vuestras propias relaciones?
Amiga, háztelo mirar.
Hasta pronto gentecilla y, como siempre, gracias por leerme.