Dale, que el orden de los factores no altera el producto. Y no hay ni factores ni productos definitivos. Estamos en constante transformación, mutamos, evolucionamos.
Vinimos a transformar nuestras cicatrices en huellas, dejar algo plasmado en el mundo, para que otras escritoras sigan nuestro camino.
Y es justo eso, el poder de tejer redes, el poder de transformar y transformarnos, de admirarnos mutuamente; lo que nos hizo invertir el orden social y pasar de ser producto a fuente de creación, de ser musa a artista.
Y así es como se hace, del verbo oral a la palabra, sobre lo tangible para deshacer el dolor, armando un entramado de sensaciones, vivencias y color. Un cartel luminoso que parpadea y vuelve al origen : la mente.
Liberamos nuestras voces al conectar con nuestras manos, liberamos a nuestras bisabuelas, abuelas, tías … Las que por un tiempo tuvieron que apagar sus voces, nos conectamos, entretejemos historias, la suya, la tuya y la mía.
Vivimos y nos nutrimos de conspiración de aquellas que dejaron su vida literaria y creativa por los deseos de los demás .
Las que, pesar de ello, decidieron escribir para sanar (se) . Todas las voces silenciadas por familias, maridos, hijos, hogares varios y almas llenas.
El cerebro no distingue si estás en el pasado, presente o futuro. Cuando en tu mente hay una historia, la historia que hablas, está en tu cabeza en bucle.
Las emociones son las mismas, las vives en el momento aunque ya pasaron cinco años, por eso es importante escribir en un espacio seguro, porque ahí lo sacas, lo sueltas, en vez de retenerlo en tu cabeza o conversándolo una y otra vez, así sanas.
Ejercicio de escritura colectiva : Cayetana Cabezas, Camila Beltrame, Maru Roson, Helena Bravo , Annie Rodríguez, Marian Moure, Noelia Blanco y Lauren Dufflar
( Reunión de nuevas redactoras, El Imparcial, Madrid 21-04-2025)