Entrando a Múnich se me encogió el corazón. Hay un aire denso, cargado, espeso. Lo que hacemos no queda en el pasado, repercute en el hoy. La energía de las atrocidades permanece, hay un remolino de gritos sordos, llantos, angustia, miedo, y también un sonidito, como un pitido, de la victoria. Aún se escucha. Latente.…
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