Después de asearme, lo primero que hago es sacar la cabeza por la ventana, para maldecir por los pronósticos impredecibles y caprichosos. Sólo confío en los delfines que cambian de color, como esos que comprás en la costa atlántica argentina por unos pesos. El olor a tierra mojada, la humedad que se cuela por los…
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