Shakira es una Despechá y no por culpa de Rosalía, tampoco es de Rauw Alejandro, mucho menos de Ozuna. Lo que ocurre es que felicitar primero y adentrarse en monotonía después, son factores cuyo orden ha alterado el producto completamente.
No abordaré las innumerables opiniones sobre su sesión con Bizarrap ni hablaré en términos musicales (mi inexperiencia me avala), pero comenzar el 2023 con este lanzamiento lo considero motor suficiente para, al menos, escribir sobre ello.
¿Cuántas veces hemos identificado a alguien en una canción?
“Esta canción lleva tu nombre”
“Me recuerda tanto a él…”
“Esta canción cuenta mi historia”
“La escuché y me viniste tú a la mente”
¿Cuántas veces ha vibrado nuestro corazón/alma/mente/interior (como lo quieras llamar) al escuchar una canción que, de repente, cuenta lo que nunca nos atrevimos a decir en voz alta?
¿Cuántas veces hemos compartido en redes sociales una canción (al despiste) porque describe el episodio actual de nuestra vida?
Y luego, cuando nos preguntan: “¿Oye, estás bien?” “¿Te pasó algo?” “Va por quien yo me sé, ¿verdad?”
Nuestra respuesta suele ser: “la compartí porque me gusta, nada más”.
¿Cuántas veces hemos dedicado una canción aparentemente sin destinatario, pero con toda la intención de que le llegue a ESA PERSONA EN CONCRETO, y resulta que el feedback nunca llega?
¿Cuántos reels y frases tenemos guardados para enviarle a quien nos quita el sueño y, sin embargo, nunca enviamos?
¿Cuántos mensajes escritos en notas (en mi caso textos enteros que rozan la forma de un testamento) siguen pendientes de enviar, a la espera de una noche de borrachera que nos aporte el valor suficiente para hacerlo?
¿Cuántas cosas nos callamos y terminamos sacando en forma de likes, memes, selfies y otras maneras de llamar la atención?
¿Cuántas indirectas han terminado desviándose directamente a la nada?
Pues sí, así funciona, y últimamente parece ser que en eso consiste nuestra existencia: mostrar al mundo todo lo que hacemos y pensamos y, al mismo tiempo, escondernos detrás de todo eso que enseñamos.
Demasiado de un todo que apunta no ser real y todavía pretendemos una declaración de amor con este escenario de base, ¿en serio?
No tengo idea de qué ha pasado exactamente entre Shakira y Piqué, ni siquiera me sé la canción al pie de la letra (aunque poco me queda, es pegadiza la jodida).
Lo que sí me atrevo a decir, y sin memes de por medio, es que Shakira ya no se esconde, ha decidido cantar de frente al micro sin mayor protección que la de su despecho y su rabia, enviando mensajes directos sin atisbo a confusión, viralizando su lado más humano y convirtiendo sus debilidades en pura fortaleza, porque nunca estuvo tan segura como ahora de sacar y limpiar su mierda poniéndole nombre y apellidos, sin miedo a que le sal-pique.
Esto es lo más parecido a realidad que tanto escasea últimamente, sólo por eso merece mil reproducciones.
No hay mejor manera de curar una herida que hacer arte sobre ella, así que al reiterado comentario “después de dos canciones una tercera no era necesaria”, tan sólo responderé que siempre es necesario seguir curando.Y sí, en el caso de Shakira, SEGUIR FACTURANDO.
Por mi parte, me aplicaré el cuento. Y si vuelven a romperme el corazón haré arte sobre mis mil pedazos, como siempre hago, le pondré nombre y apellidos y lo contaré en unas cuantas letras, sin miedo a que todo el mundo lo sepa, pero sobre todo, sin miedo a que, una vez vencido el despecho, su recuerdo me abrace hasta desarmarme de nuevo.
“La música es la vida emocional de la mayoría de la gente”.
Leonard Cohen.