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Tardé en dejar de echarlo de menos

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Tardé al menos un mes, 4 semanas, 30 días o mil minutos de mi lista de reproducción. No sé cómo cuantificarlo porque sólo sé que tardé.

Tardé 10 historias de instagram hasta llegar a la suya, sin ser consciente de que él sería el protagonista de mi próxima historia.

Tardé en entender que no siempre los silencios son incómodos, que se puede tomar sol con la ropa puesta y que una mirada puede ser imposible de descifrar.

Tardé en reconocer que verlo bailar por primera vez fue un flechazo directo al corazón, y que verlo cantar aquella canción fue mucho peor: una especie de puñal directo a la boca del estómago, porque me dejó sin respiración.

Tardé en asimilar que te pueden quitar la arena de los pies y que no pasa nada si son feos, lo importante es que la arena no moleste después.

Tardé, al menos, un vino, varias curvas y dos semáforos en robarle un beso (no me pude resistir).

Tardé dos horas de pura carcajada hasta ser consciente del dolor de barriga; sin embargo, más tardé en recordar el título de aquella canción, y ahora entiendo por qué.

Tardé lo que tarda en romperse una pulsera en mil pedazos y conservar los trozos para poder arreglarla. Nunca se arregló, porque tardé en averiguar que aquellos mil pedazos eran los míos después de decirme adiós.

Así que seguí tardando.

Tardé lo que se tarda en recorrer con la yema de mis dedos cada una de sus historias llenas de tinta.

Tardé lo que tardaba mi mente en devolverme su piel y su olor cada noche, el infierno eterno en un simple instante que cortaba el aire de mi habitación y, al mismo tiempo, se convertía en el mejor ansiolítico.

Tardé en afrontar el recuerdo de su sonrisa porque salía corriendo cada vez que me invadía la existencia.

Tardé porque preferí ocultar sus fotos de mi galería personal en lugar de eliminarlas para siempre.

Tardé en volver a escuchar aquella canción, de hecho, la sigo quitando cada vez que empieza a sonar.

Tardé en rehacer mis propios esquemas porque me los rompió todos cuando apareció, pero más aún cuando se marchó.

Tardé días y días y días de dormir poco y seguir viviendo sin sueño, quizás también sin sueños.

Tardé tres metaversos cuando solo uno era el importante.

Y después de haber tardado tanto, tardé 6 salidas de autopista y varios tramos sin luz hasta que al final llegué y entendí que tuve que tardar todo esto porque es lo que se tarda en olvidar una historia para poder leerla de nuevo sin que duela.

Tardé más de 10 km en coche hasta que por fin me decidí a contarle lo que pasaba por mi cabeza.

Tardé en rescatar esta historia lo mismo que tardó él en dármela.

Tardé todo lo que hizo falta tardar para dejar de echarlo de menos.

Mymi

Sonríe con la mirada, ríe con el alma y escribe lo que no se atreve a decir.

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