Miras como si no hubieses visto pasar el tiempo, porque la soledad te lleva ese lugar vacío, a perder su noción, el tic tac del reloj. Y, ahí te encuentras, en un espacio donde eres capaz de sentir todo y nada, te debates en si esa es la virtud de la existencia.
Cuántas veces has huido de la soledad temiendo que te lo iba a arrebatar todo, cuántas veces has chillado a su silencio creyendo que podías quebrarlo en pedazos, como si se tratara de una barrera de frágil cristal.
Tratas de comprender el infinito solo a través de los ojos de la mente, esperas, ilusa, ser capaz de ver la luz sin atravesar primero su sombra.
Vives ignorando lo que ella ya sabe, que solo a través de su vacío puedes llenarte de lo que verdaderamente eres. Sí, quizás, algún día, puedas sentirte de nuevo completa.
Planeabas confrontarla a través de la fuerza, pero su presencia es tan poderosa que siempre te desarma, ella solo acude a las batallas en las que sabe que parte con ventaja.
Solo ella se ha mantenido de forma constante a lo largo de tu vida, regresando durante diferentes capítulos, mientras tú vivías ocultándote, tratando de esconderte de las verdades que mostraba en cada una de sus llegadas.
Parecía una pasajera casual, pero no recuerdas en qué momento acabaste acogiéndola hasta convertirla en una huésped de tu corazón. La que considerabas enemiga, se acabó convirtiendo en una amiga, esa que regala cálidas sonrisas en los días que todo parece desmoronarse.
