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«Ser la amante es caer bajo, directa al infierno»

Quizás,  decir  que  nuestra  sociedad  es  la  culpable  de  ese  pensamiento,  sea  arriesgado,  que  somos  víctimas  de  la  religión,  de  valores  arcaicos  que  nos  han  inculcado desde muy temprana edad, etc. Yo creo que es una manera de escurrir el  bulto,  de  no  hacernos  cargo  de la  realidad  que acontece,  porque al  final  siempre  será  más  fácil  escudarse  en  lo  que  todos  ya  sabemos  y  conocemos.  Es  más  fácil  defender  lo  que  hoy  es  tendencia,  lo  que  hoy  está  de  moda.  En  teoría  vivimos  tiempos modernos en los que la  reivindicación está a la  orden del día, por  tanto,  pensar diferente no debería ser un problema; sin embargo, lo sigue siendo.  

“Ser la amante de un hombre casado está feo, es inmoral y una mujer que se quiere  de verdad no caería en eso”. 

Es  verdad,  una  mujer  con  los  pies  en  la  tierra  y  la  cabeza  bien  amueblada no  entraría en esas historias, porque preferiría siempre ser la protagonista, la primera  opción, la única, porque una mujer de verdad no permitiría jamás ser la segundona de nadie. 

Pero, ¿y qué pasa si  te enamoras? Y me refiero a enamorarte de verdad. A veces,  ocurre que te enamoras de la persona que menos te conviene por su estilo de vida,  por su edad, por su profesión, por sus valores, por su religión, por los motivos que  sean. 

¿Por  qué  es  mejor  enamorarte  de  alguien  que  no  te  conviene  por  su  edad  o  profesión, por ejemplo, que por su estado civil? 

¿Al final no es AMOR igualmente? 

Entonces,  ¿de  qué  estamos  hablando  en  realidad?  ¿De  amor  o  de  prejuicios  sociales? 

Mi  padre le  puso los  cuernos  a mi madre  y  crecí  toda mi  vida  odiándolo,  siendo  señalada en el colegio por ser hija de una madre soltera y ama de casa. ¿Eso es mejor o peor? 

Por  fortuna, la  vida me dio la  oportunidad de conocer a mi padre después de mi  madre, de vivir fines de semana con su mujer, “la otra, la señalada, la indigna y la  lujuriosa”. Y resulta que a mis 10 años me di cuenta de que esa mujer también era  madre que adoraba a sus hijas y que trataba de darme todo lo mejor para que me  sintiera bien, una mujer trabajadora, inteligente y fuerte, COMO MI MADRE. 

También  mi  madre  rehízo  su  vida  con  otro  hombre,  mi  padrastro,  una  persona  maravillosa  con  su  propia  historia  a  sus  espaldas  y  que  le  ayudó  a  sanar  sus  heridas, COMO MI PADRE. 

A mis veintidós conocí a mi primer amor, el que me rompió en mil pedazos porque  me puso los cuernos con su ex. Lloré tanto que creo que no he vuelto a llorar igual por  nada  ni  por  nadie.  Quedé  con  su  exnovia,  “la  culpable”  de mi  dolor,  y me  di  cuenta de que era una chica  tan normal  y encantadora COMO YO. La culpable no  era ella. Y pensándolo bien y en frío, nadie tuvo la culpa.

Años  después  me  enamoré  de  un  chico  con  novia,  desde  entonces  guardo  con  mimo y cuidado mis recuerdos con él. 

Y sí, también estuve con un casado, por el que me estrujé los sesos para entenderlo  y me retorcí de frustración durante años. Nunca dejó a su mujer, nunca lo hacen. 

Con esto quiero decir que existe una realidad paralela en la que no paramos, que  está llena de detalles pequeñitos de vital importancia, y que todo tiene un por qué. 

Seguramente,  si  hubiese  crecido  en  un  entorno  fuerte  y  en  un  seno  familiar  sin  fisuras, jamás me hubiese atrevido a vivir determinadas experiencias, habría dicho  no antes de tiempo, me habría alejado de todo aquello que no encajara con lo que  había vivido y visto hasta la fecha.  

Es  curioso,  pero  pese  a  que  pueda  sentirme  poco  orgullosa  de  determinados  episodios  de mi  vida,  no  puedo  sentir  arrepentimiento,  tan  solo  agradecimiento:  me he enamorado hasta las trancas, me he roto en mil pedazos y aquí sigo: mujer,  fuerte, trabajadora, luchadora y soñadora. 

La vida me ha brindado la oportunidad de ver la realidad desde diferentes prismas,  que  ninguno  es mejor  que  otro,  simplemente  existen  y  hay  que  brindar  respeto,  porque  sólo  así  podemos  seguir  aprendiendo  en  el  camino y, sin  duda,  hay  que  tener los pies en la tierra y la cabeza bien amueblada para vivirlo y no quebrarte en  el intento.

Mymi

Sonríe con la mirada, ríe con el alma y escribe lo que no se atreve a decir.

3 Comentarios
  1. Me ha alucinado la dosis de realismo, el ejercicio de sinceridad, el punto de vista distinto y la fluidez en la narración. Mymi…una pasada de post. Chapeau!

  2. Enhorabuena y gracias. Poco más te puedo decir para resumir en pocas palabras algo tan exquisitamente narrado y tan honestamente contado. Hace muchos eras un brillante, me alegra ver que la vida te va puliendo amiga mía. Abrazo al alma y al corazón! Diego

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