He venido a nuestro restaurante favorito en el que cada domingo después de una larga semana de trabajo nos poníamos al día con una buena cena. Reconozco que esta vez no he pedido mesa, si te fijas bien en ellas son demasiado presuntuosas para una sola persona, ¿y qué me dices de las sillas? Ese forro granate no pasa desapercibido. Demasiado ostentoso para una noche de confesiones. Voy a quedarme en la barra porque mi intención hoy no es cenar como otras veces. Mi intención hoy es contarte algo que llevo tiempo guardando, así que voy a pedir una copa de vino y empiezo.
Llevo años intentando escribir nuestra historia, sin embargo, no logro terminarla y creo que ya sé el motivo. Ha pasado tanto tiempo que cuando indago en mis recuerdos me pierdo entre fantasía y realidad, y de repente ya no sé si estoy escribiendo sobre lo que una vez vivimos o, por el contrario, lo que me habría gustado que hubiese sido.
Reconozco que la mente es maravillosa y hace que nos olvidemos de las cosas malas para quedarnos con todo lo bueno que compartimos y, sin poder evitarlo, terminamos idealizando la más simple cotidianidad.
Creo que es por eso que, sin quererlo ni buscarlo, TE ENCUENTRO, a veces en una canción, otras veces en una serie o película, lo peor viene cuando me despierto después de haber soñado contigo, porque me paso el resto del día sintiéndote más cerca que nunca, como si tu recuerdo no fuera suficiente. Y créeme, hago de tripas corazón para mantenerte lejos, para dejar de llamarte en silencio, para que no me escuches en esta distancia, para que la vida continúe sin tenernos en cuenta.
Fíjate, pasado, que he empezado a escribir esto sin la menor intención de que puedas leerme, me moriría de la vergüenza. Pero al mismo tiempo me encantaría preguntarte si a ti también te pasa, si de repente un día cualquiera y sin previo aviso te acuerdas de mí, si tú también te haces preguntas sobre nuestra historia, si guardas con mimo y cuidado alguno de nuestros recuerdos.
Quizás, si me dijeras con total seguridad que no es así, que ni siquiera ahora me correspondes en el recuerdo entonces saldrías de mi cabeza de una vez por todas. Puede que sea eso lo que necesite, que mi propio pasado le dé a mi presente una pizca de realidad.
¿Sería suficiente? ¿Enfrentarte sería mejor o peor?
Te confieso algo, me da miedo la respuesta, y no me refiero a escuchar de forma contundente que jamás me correspondiste ayer ni hoy ni nunca.
Creo que lo que realmente me aterra es que una vez obtenga todas las respuestas dejes de ser mi pasado más presente y te olvide para siempre.
¿Sabes? A la mierda los miedos, te propongo algo: una cita como tantas que tuvimos durante aquel tiempo en este mismo restaurante. Nos sentaremos en una de esas mesas presuntuosas y nos pediremos una botella de vino, NOS LO MERECEMOS, y daremos lugar a discusiones y reproches, si fuera necesario, a un abrazo a tiempo para cerrar heridas y a los besos que hagan falta, pero sobre todo quiero terminar llorando de la risa, porque echo tanto de menos tus bromas que estoy segura de que volver a reír contigo será la mejor medicina.
Un cara a cara para mirarnos y perdonarnos, para olerte de nuevo y por última vez, para acortar esta distancia por un rato y así volver a casa con las pilas cargadas, pero no te confundas, luego cada uno por su lado, como debe ser.
Querido pasado, si he logrado convencerte estaré el próximo domingo en nuestro restaurante favorito: allí te espero.
Wooow wooow wooow wooow!!!