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Querida amiga: el amor existe

Querida amiga:
Quería ponerme a estudiar, de hecho tengo todos los libros, apuntes y bolígrafos preparados para empezar. A veces, estudio con música en los oídos, pero música sin voz, simple melodía que me ayudan a concentrarme. Justo cuando empezó a sonar la primera canción en mis oídos sentí la necesidad intrínseca de escribir, pero no de escribir por escribir; necesitaba escribirte a ti. Todo esto parecerá absurdo, pues anoche la última persona a la que vi y con la que estuve tomándome una caña antes de irme a dormir fuiste tú. Creo que es por esa especie de resaca que, sin dolor de cabeza ni malestar, me provoca la necesidad de escribirte algo hoy, domingo 2 de junio. Como ya sabes, no me gusta eso de quedarme con las ganas, así que aquí estamos, sin saber exactamente qué tengo que decirte o contarte y, al mismo, empezando a hacerlo sin parar.

Querida amiga, ¿recuerdas cuándo creías fielmente en la idea del amor verdadero? En la unión de dos personas que sin llevarse del todo bien son capaces de hacer camino en la misma dirección y hacia el mismo objetivo… Yo también creía en el amor y en el hogar que se forja cuando dos personas se quieren, se respetan y se acompañan, pero dejé de creer hace años, antes de que tú lo hicieras. Te miraba desde lejos, yo en Madrid y tú en Tenerife, y me encantaba verte así, me encantaba la manera que tenías de mirar la vida y los planes que estaban por venir, porque ir a la playa es un plan simple que cualquiera puede cumplir, pero ir a la playa sabiendo que “mañana vamos a estar juntos en esta misma arena” es mejor plan, convierte cualquier estancia en algo bonito y duradero. Y a mí me encantaba saber que mi amiga, a pesar de todas las adversidades, seguía creyendo fielmente en eso, en él y en un futuro juntos. Si yo ya alzaba mi bandera de “somos invencibles” por tantas veces que ya me había roto en mil pedazos, tú seguías alzando tu bandera de “eres el amor de vida y hasta el final iremos juntos”.

Pero llegó el día en que también te rompiste en mil pedazos, muy en el fondo las dos sabíamos que iba a pasar, tarde o temprano ese monstruo llamado infidelidad y desconfianza nos vendría a visitar. Y así fue. Y yo me alegro de haber estado a tu lado aquel día.

Cuando te dije “ahora tienes que aprender a convivir con tu alma” se me olvidó decirte que ahora aquel monstruo iba a acompañarte durante más tiempo del que imaginaste jamás. Y sólo te quedaban dos opciones: aterrarte de miedo y esconderte debajo de la manta o intentar hablar con él, porque sólo de esa manera dejarías de tener miedo, porque todos tenemos un lado oscuro y no se trata de eliminar nuestros demonios, sino de aprender a convivir con ellos.

Creo que todo esto ya lo has aprendido en estos últimos años, por experiencia propia y los consejos que buenamente las personas que te queremos hayamos querido darte y regalarte.

Pero nunca olvides que los consejos suelen ser la mierda que arrastramos, un poco más limpia y decorada, así que escucha todo lo que te digan, pero quédate sólo con lo que tu intuición te permita. Me refiero sobre todo a los mil y un consejos que yo te he dado y en los que seguramente esté tremendamente equivocada. Sabes que yo dejé de creer en el amor hace mucho tiempo; sin embargo, la vida me da hoy la oportunidad de volver a sonreír por cosas que ya sólo veía en las películas. Y es bonito volver a hacerlo.

Quiero que sepas que desde donde estoy la mayoría de los días son rosa, el reloj avanza pero sin quemar los días hasta hacerlos desaparecer, porque los recuerdos son inolvidables; que las pastillas para la ansiedad decoran el mueble de la cocina, porque ya no son necesarias para coger el sueño con ganas; que los planes van sucediendo con suavidad y dulzura, que no hace falta excusarse por cada cosa que haces, que no es necesario que expliques por qué eres como eres.

Quiero que entiendas que desde aquí sigues y seguirás siendo siempre dueña de tu vida, pero también dueña de tus impulsos, de tus locuras, de tus brillantes ideas, de tus errores y de la manera de enmendarlos, de tus risas, de tus lágrimas y del pañuelo que las seca, de tus zapatos nuevos y de tu pintalabios más atrevido, de tu sexo, de tu cuerpo, de tu formación, de tus libros favoritos, de tus patines y otros hobbies. La única diferencia es que en tus mejores y peores días alguien permanece a tu lado para hacer temblar de nuevo tus mil pedazos sin miedo a que vuelvan a romperse.

Créeme, esa persona no va a ser extraordinaria, lo extraordinario será todo lo que te haga sentir con el tiempo y la buena combinación que haga contigo.

Querida amiga, vuelve a creer en el amor, vuelve a hacerlo. Vuelve a alzar tu bandera. Pero, sobre todo, querida amiga, quiérete siempre, ámate como eres, porque hay alguien por ahí que lo sabrá hacer sin que se lo pidas, sin que le des un manual de instrucciones para cuidarte.

Querida amiga, después de tantas batallas, después de haber recogido trescientas veces los mil y un pedazos que se nos han caído al suelo, hagamos una cosa: unamos nuestras banderas en una sola y alcémosla:

“Querida mujer, somos invencibles y el amor existe”.

Mymi

Sonríe con la mirada, ríe con el alma y escribe lo que no se atreve a decir.

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