Subida en el autobús, dejando atrás uno de sus aeropuertos y adentrándome en el corazón de la ciudad, me preguntaba por qué no había aguantado más, si lo había intentado lo suficiente.
Me levantaba cada mañana con la misma ilusión y esperanza, a mi mente todavía no le había dado tiempo a recordarme sus miedos. Cada día intentaba abrirme a las personas de mi alrededor jugando en contra de mi inseguridad, me obligaba a conocer y pasear el lugar en el que vivía y me unía a bastantes de los planes que me proponían, pero cuando un día era igual al anterior, cuando echaba de menos lo que tenía, me refugiaba en recuerdos, no disfrutaba muchos momentos presentes. Cuando las lágrimas asomaban más veces que sonrisas y cuando se me caía la vida cada vez que dejaba de estar acompañada, empecé a plantearme que nunca es demasiado pronto ni tarde para salir de donde no me siento feliz y comenzar de nuevo. Porque eso no es abandonar, es seguir buscando. Es luchar hasta que lo consiga…
“El tiempo es relativo” –me dije. Rápido o despacio depende de nuestra percepción de la vida en ese momento.
Y aún siendo difícil a rasgos generales hubo experiencias y personas muy bonitas durante aquel camino de siete meses.
– A ti Alma, mi prima, me dijiste “ven” más de una vez.
Quisiste compartir tu experiencia conmigo y que conociese otra forma de vivir. Estoy muy agradecida porque si tú no hubieses venido estoy convencida que yo tampoco y fue una suma a lo que llevábamos mucho tiempo creando.
– Alguien que conocía solo de encuentros rápidos y artificiales me brindó su confianza y me ayudó desde el principio. Compartimos piso y desde entonces nos conocimos tal cual.
– Personas que me calaron a la primera y vieron más allá de una apariencia. Hoy siguen en mi vida.
– Alguien que me invitó a un vino después de la jornada laboral y me dijo: “quítate ese escudo ya, no ganas nada con ese miedo y cerrándote a personas que forman parte de tu día a día, deja que te conozcan”. Fue clave.
– Personas que me dieron una segunda oportunidad y me permitieron ser parte de ellos. Risas, conversaciones, diversión, algo de confianza y alguna despedida.
– Y luego, por otro lado, personas que se mantuvieron a mi lado aún habiéndome marchado del punto de origen, que no se alejaron de mí aún poniendo km de por medio, que me animaron en todo momento a seguir intentándolo, pero ante todo a ser feliz.
He llegado a la conclusión de que igual que existe la posibilidad de no congeniar con algunas personas, existe también con algunas ciudades. Y eso me pasa con Londres, no busco razón ni lógica, no es necesaria.
Me siento contenta por haber vuelto, ver de nuevo algunas personas, recordar a otras que ya no están aquí, visitar lugares nuevos y los que ya conocí, disfrutar sus luces navideñas igual que cuando llegué un noviembre por primera vez. Mirar a la derecha y luego a la izquierda para cruzar, pasear a orilla del río, montar en autobuses rojos de dos pisos, y escuchar “mind the gap” en el metro treinta veces, pero ante todo, me siento orgullosa por superar el miedo a reencontrarme con muchos sentimientos y sus consecuentes emociones, cerrar una herida que guardaba, todavía, un poco resentimiento.
Prima, sin ti nada de esto hubiese sido posible. Ni hace tres años, ni estos días de vacaciones, ni estas palabras.
Esto es un homenaje a todos los que formasteis parte de esto y a mí.
Gracias.
Desde el corazón y desde Londres.
8 de diciembre 2019
