Martes 6 de junio, 7:45 horas.
Mientras me tomo el café me salta en la galería de fotos del móvil recuerdos del verano pasado.
¿Tantas cosas pasaron en tan pocos meses?
Finales y comienzos.
Viajes.
Fiestas.
Playa.
Ropa nueva.
Amigas.
Reencuentros.
Más viajes.
Carnavales 2022.
Familia.
Montaña.
Camino.
Historias.
Resulta que las fotos más borrosas son las que reflejan momentos que ya nunca olvidaré. Su falta de nitidez ya no pone en duda lo que la retina y el cerebro grabaron para siempre.
Y es curioso que todo esto salte un martes cualquiera, una mañana más de verano que amenaza con diluviar.
Llevamos ya dos días así y una no sabe qué ponerse para salir a la calle, la humedad atenta contra el pelo suelto y los vaqueros largos agobian, pero al mismo tiempo algo de abrigo es indispensable.
Si es para lluvia, que llueva, pero que llueva de una vez en lugar de mantenerse en ese constante sí pero no.
La mayoría de las veces ansiamos la lluvia porque el calor y el bochorno nos molesta, de la misma forma que en plena tormenta deseamos que termine pronto y que vuelva a salir el sol, lo que me hace pensar que somos incapaces de permanecer, de quedarnos quietos aunque sea por un instante.
Por el contrario, buscamos constantemente la acción y el movimiento, sin valorar que el proceso es lo que genera el cambio.
“Sin lluvia no hay flores”, y me pregunto qué es más importante si la lluvia o las flores.
Supongo que ambas cosas lo son, claro que yo prefiero parar en cada cosa porque es la única forma de dejarme sorprender por el resultado final.
Por eso me entretengo con fotos y vídeos del verano pasado.
Por eso soy capaz de oler no sólo el olor a tierra mojada cuando llueve, sino también el perfume que usaba hace justo año y que me puse aquel día que ya hoy es inolvidable.
Por eso entiendo que cada resultado es increíble por ser consecuencia de un proceso maravilloso.
Y de repente, volvió a pasar, me encontré con un vídeo suyo, una foto suya, un perfil que un día me enamoró y que al volver a ver tal día como hoy soy capaz de sentir cosquillas en la barriga de nuevo.
¿Hace ya un año de aquello? ¿En serio?
Era tan bonito lo que sentía cuando lo miraba que no me importaba que no me correspondiera.
Me moría por él en aquel entonces, y de alguna forma hoy vuelvo a sentirlo.
Y aunque hoy todo es diferente y se aleja años luz de aquel momento, no puedo evitar echar de menos esos días en los que, siendo lluvia o flor (no sabría identificarlo), me sentí tremendamente feliz.
Imposible olvidarte.
Imposible dejar de sonreírte.
Pero sobre todo, imposible dejar de sentir.
Lluvia o flor.
¿Quién sería capaz de elegir?