En la adversidad nacen grandes personas

Sí, así es. Y lo he corroborado en mi camino de vida, en mi experiencia de muchos años acompañando pacientes en terapia y hasta desarrollando trabajos en la pura África. 

Es tal la grandeza de estas personas que emergen de situaciones terribles y son la resiliencia andante, que abruma al estilo Víctor Frankl en “El hombre en busca de sentido”. Y es curioso que la gran mayoría “sin embargo” se sienten todo lo contrario, pequeñas y avergonzadas. 

Si pudieran verse con otros ojos se maravillarían de ese bello mundo interior que tienen y de todo lo que podrían aportar al mundo, admirables ejemplos de ViDa.

¿Supervivientes, transcendentes, transmutadoras o simplemente seres con poderes mágicos?

Siempre que veo esas personas de una manera integra: cuerpo, corazón, mente y espíritu, como psicoterapeuta experta en trauma, recuerdo el “Kintsugi”: el arte de hacer algo bello y más fuerte tras su rotura. Esta técnica japoneses repara objetos rotos rellenando las grietas con oro y los vuelven más bonitos aún que antes. Lo que ha sufrido un daño, tiene una historia única y se vuelve más valioso, quebró y no se oculta, la imperfección es bella, se restaura y en esa recomposición se le añade algo que haga las veces de oro: fortaleza, ganancia, virtud, mérito… 

Tengo grabados los ojos con luz de “T”, niña zambiana de tan solo 12 años que, tras ser rescatada de ser esclavizada sexualmente a través de su madre, también prostituta, y sus hermanos maltratarla, ella posteriormente en sólo una sesión de EMDR sonrío, llegamos a la conclusión de que grandes como “Jesús” tampoco tuvieron una vida fácil y fueron reveladores, me abrazó y se fue a estudiar…. 

Persona valiosa, por favor, encuentra la manera de aprender a amar tus heridas y poner oro en las cicatrices.