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Educación rompiendo paradigmas

Educación rompiendo paradigmas

En este artículo os hablo de un tipo de personas de las que te debes rodear “Los contrasistemas”, personas que viven su vida como quieren y no como la sociedad les dicta; que buscan su felicidad en quienes les rodean, y no en lo que tienen; aquellos que luchan por sus sueños sin importar el precio. Los contrasistemas han marcado mi vida y la han cambiado para siempre por eso os quiero hablar de alguno de ellos:

El primero de ellos es quizá el más importante, aunque yo tardé años en darme cuenta de que lo era, es mi padre adoptivo. Él conoció a mi madre cuando yo tenía doce años, y se enamoró de ella: una mujer de más de cuarenta años, recién divorciada y con cuatro hijos que sacar adelante sola, ya que mi padre biológico desapareció de nuestras vidas en cuanto ella presentó la demanda de divorcio. Todo parecía ir en contra de los dictados de la felicidad, de la lógica, más aún cuando mi nuevo padre ya era divorciado, casi veinte años mayor que mi madre, y con sus propios hijos y nietos de su matrimonio anterior.

Cualquiera en su situación habría huido navegando hacia aguas más tranquilas. Pero papá (porque para mí fue papá casi desde el principio), no es cualquiera, nunca lo fue. Nos aceptó a cada uno de nosotros, y perdió su anterior tranquilidad económica y vital para proveernos, cuidarnos y educarnos. Su infinita paciencia sacó a mi madre poco a poco del pozo en el que estaba sumergida. Aún hoy, cuando ella cae al pozo de nuevo, papá le tiende su octogenaria mano para sacarla de ahí con las fuerzas que le quedan.

Trabajó más horas para sacarnos adelante, nunca tuvimos grandes lujos, pero nunca nos faltó de nada gracias a él y a mi madre. Olvidó muchas de sus manías de lobo solitario para poder lidiar con adolescentes, sin quejas. Lidió con todas y cada una de nuestras diferencias, nuestras necesidades, nuestras enfermedades y nuestros traumas, que no eran pocos. Tuvo que alargar mucho su brazo para llegar al fondo de ese pozo y poder sacarnos a todos. No siempre lo consiguió, pero no se rindió nunca.

Después de años de estar perdida, de dar tumbos y de buscarme a mí misma, cuando dejé mis estudios de Psicología sin terminar para ser actriz, esperaba encontrarme con un gran rechazo por su parte; por lo que significa para muchos ser artista: la inestabilidad, la incertidumbre, las leyendas urbanas que rodean a la profesión… Creía haberle decepcionado. Pero me encontré con todo lo contrario: un padre amoroso, comprensivo, que confiaba y creía en mí más que yo misma, que me alentó a luchar por mis sueños sin pensar en las consecuencias. Él sabía, incluso antes de que yo lo supiera, que si me proponía algo, no me rendiría hasta conseguirlo, por duro que fuera.

No solo me acompaña y me alienta en cada paso que doy. Ha conseguido que mi madre vuelva a sonreír, que supere muchos traumas y que sea mejor madre y mejor persona.

Le debemos la vida a ese hombre, que un día se puso una venda en los ojos ante la adversidad y tapones en los oídos para no escuchar las voces que le decían que esa vida y esa familia no le convenían.

Y decidió darnos todo su amor. Sin ese amor, probablemente yo no estaría hoy aquí.

Gracias, papá. Te quiero.

Jessica Moya

Actriz guerrera, de las que apuestan por su pasión y no se quedan a la espera.

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