Igual que el famoso dilema del huevo y la gallina, me pregunto qué fue primero: ¿la realidad o la ficción como referencia en nuestras aspiraciones y deseos? Porque desde tiempos remotos siempre hemos creado mitos y hemos imaginado realidades que nunca habíamos llegado a vivir.
¿De dónde surgen tus expectativas? ¿Y tu criterio, tus gustos? Y es que nuestra cultura está compuesta de mensajes, de roles, de ideas compartidas por artistas. La ficción se inspira en la realidad, pero ¿hasta cuánto te puede llegar a afectar en tu forma de ver las cosas? Aquello que esperas de lo que vives, tus referencias, en mayor parte, son de origen literario, cinematográfico, musical.. En resumen, proviene de las artes.
Porque la ficción puede ser inspiradora, pero peligrosa. Hiriente algunas veces, pero motivadora. ¿Cómo diferenciar la realidad de la ficción? Porque cada guión de una serie, de una película o incluso de un reality te cala, se queda guardado en tu raciocinio y crea prototipos, asocia ideas y crea conceptos. ¿Sabemos hasta cuánto influye en nuestro concepto de belleza? ¿Por qué tu crush es cómo es? ¿O por qué asocias haber hecho algo mal por no tener pareja?
Desde que llevábamos pañales, hemos visto historias repetidas, hasta la saciedad, nos han presentado la misma forma y el mismo sentido de triunfar y fracasar. Nos han enseñado que es ‘envidiable’ y que no. Y a pesar de que cada artista tiene su perspectiva, han pesado más los cánones y los estereotipos, lo atractivo frente a lo verosímil; lo vendible, frente a lo crítico.
La peligrosa línea entre la libertad de expresión y la imposición de roles, ideas y prototipos es un continuo debate que siempre está en el punto de mira. La ficción es bella, es utópica, es ilusoria, caótica y mágica. Lo importante es saber que es eso, ficción. Lo difícil es no llevársela a tus propios objetivos y metas, a tu vida, a tus exigencias personales. Recuerda que no hay nada más real que tu propia vida.
