A dónde irán…
Las lágrimas que no lloramos, no por falta de sensibilidad, sino por el atropello emocional de querer contenerlas a fin de no mostrarnos débiles, vulnerables, o por no querer contagiar a otros la tristeza que de por sí, ya desborda por la piel.
A dónde irán…
Esos sueños que se quedaron atrapados en la telaraña de la mente, y que por no saber cómo impulsarlos terminaron fusionándose con ella, y que, como Penélope en la Odisea, los vamos tejiendo de día y destejiendo de noche.
A dónde irán…
Las palabras que no brotaron y se quedaron pegadas en los labios, o atascadas en la garganta, por miedo a herir o a ser heridos, por suponer actitudes de los otros, por inercia o por prudencia.
A dónde irán…
Las fantasías que llegan y no nos permitimos continuar…
A dónde irán…
Las promesas pactadas y nunca cumplidas,
Las emociones contenidas,
Las intenciones que no encuentran acciones.
¿A dónde irán?
En los días soleados pienso que todo va a nuestra psique, de tal forma que nos sigue perteneciendo y en realidad, nunca se va del todo.
Los días nublados creo que todo se va al cuerpo transformado en síntoma…en dolores, en parálisis, en derrames, en dolor de garganta, en zumbido de oídos o en atrofia muscular.
Y alguna que otra vez imagino que todo se va a un pozo profundo y termina ahogándose en la oscuridad.
Pero hoy quiero pensar que todo lo que no encuentra pista de aterrizaje, se va libre al viento, suave y despreocupado, donde tal vez se transforma en nube y después en lluvia, o donde simplemente se desvanece y ya no existe más…
¿A dónde irán…?
