La tenacidad de la palabra

 “Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”  (Objetivo de Desarrollo Sostenible N°5, Agenda 2030 ONU)

Una de las violaciones de los Derechos Humanos más naturalizada es la violencia de género en sus diversas formas, tanto en la esfera pública como en el ámbito doméstico. Algunas de sus múltiples manifestaciones afectan a la población femenina a muy temprana edad. Basta con dos ejemplos: Por un lado, el matrimonio infantil que cada año impide que 15 millones de niñas menores de 18 años disfruten su infancia.  Y por otro, la MGF, ablación que pone en riesgo su salud.  Además de sus terribles consecuencias emocionales, ambas prácticas alejan a las niñas de la escuela, limitando su desarrollo personal y profesional e incluso llevándolas a situaciones de extrema vulnerabilidad y pobreza. Una niña obligada a alejarse de la lectura, de las aulas, de la educación formal, ve cercenadas sus posibilidades de crecimiento… y silenciada su voz.

“La tenacidad de la palabra”, frase que encabeza este breve artículo, es también el título de un libro que escribí en el año 2019.  La elección no es casual, ya que fue publicado a total beneficio de un Proyecto de Alfabetización para niñas promovido por la Asociación de Escritores Solidarios, actual Fundación Cinco Palabras. 

No fue la única iniciativa por el empoderamiento de las mujeres que compartimos con su presidente, María Mar Olayo.  Hubo muchas otras, como la presentación de un documental de Juan Antonio Tirado sobre la temática, en el marco de la Cátedra de Responsabilidad Social que dirijo en la Universidad de la Marina Mercante (Argentina). 

Y en el año 2021 tuve el honor de componer la letra de la canción “Fuerza, voz y calma” para acompañar la maratón simbólica de Madrid a Nairobi, organizada por dicha Fundación como parte sus acciones para la erradicación de la MGF y el logro del ODS 5.

“Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo”, ha dicho Malala Yousafzai, con gran sabiduría, cuando aún era una adolescente. Este 8 de marzo recordemos con gratitud tanto a las mujeres como a los hombres que se esfuerzan, día a día, para construir un planeta más equitativo, en el que los derechos sean respetados y las oportunidades resulten las mismas para todos.  

Y, como sigo creyendo en la tenacidad de la palabra, elijo despedirme reiterando el estribillo que escribí en aquella canción:  

Porque no hay piedra que nos frene el sueño

cuando es una mujer la que camina

con otros, con los pies o con el alma,

si ella combina: fuerza, voz y calma.